viernes, 30 de noviembre de 2012

Enigma nocturno

Una historia que no tiene conclusión.

Enigma nocturno

Solo se trataba de una cálida noche más de verano. A lo lejos de una plazuela se veía un local nocturno repleto, esta noche tocaba una banda de industrial llamada “Vigilante”; tenían a todo su público alborotado, y realmente el local estaba a reventar con gente. Justo al frente, en la plazuela, una pareja de jóvenes se besaban. Él era alto y llevaba una tenida negra, su rostro no se lograba visualizar debido a que la luz de un foco cercano lo impedía; Ella muy por el contrario se veía con lujo y detalle, pues el peso de todo el foco le quedaba en la espalda; era pelirroja y de piel bastante clara, vestía un traje corto y repleto de lentejuelas, calzaba unas botas de taco alto, que le daban un gran apoyo para poder quedar a la misma medida de su amante.
La lujuria los tenía poseídos, ya que se acariciaban descontroladamente por todos los confines disponibles, sin pensar siquiera que alguien los podía ver.
Pero como todo lo hermoso comienza sin esperarlo, llega a su fin repentinamente… Un vehículo se detuvo en la calle, justo al frente de ellos… Se trataba de un Mazda negro con vidrios polarizados; de las cuatro puertas bajaron hombres armados con metralletas UZI. ¿Qué querían? no se lograba saber, pero lo que sí estaba claro era que las intenciones estaban enfocadas en aquella pareja, ya que los cuatro se quedaron mirando hacia aquel punto.
El joven se dio cuenta de estos cuatro sujetos y llevó sus manos atrás, sin dejar de besar por un solo momento a la mujer pelirroja, luego del bolsillo trasero de su pantalón extrajo una pistola GLOCK. Seguido de esto los hombres del vehículo comenzaron con su asalto… Le dejaron caer una ráfaga de balas que el joven tuvo que detener desgraciadamente con el cuerpo de su compañera; luego de dejar tumbado en el piso el cuerpo humeante de la pelirroja se echó a correr por el medio de la plazuela, aprovechando los árboles, arbustos, bancas y basureros, para ocultarse. Los cuatro tipos al ver que su objetivo había escapado cargaron nuevamente sus armas y lo comenzaron a buscar.
Se dividieron en dos grupos, el primero que estaba compuesto por un hombre calvo y otro negro, se fueron hacia el sur; y el segundo que estaba compuesto por un hombre de cabello largo y otro de cabello rubio, que se fueron hacia el norte. Como aquella plazuela era bastante pequeña el joven no tendría mucho para ocultarse, pero al menos todos los obstáculos que allí estaban lo mantendrían bastante alejado de las balas.
Desde la zona sur se escucharon los primeros disparos. El sujeto calvo vio algo y abrió fuego, pero en lo único que encajó su munición fue en un basurero que se agitaba con una brisa cálida. Al ver esta pérdida de tiempo el negro se adelantó y aprovechando este instante el prófugo salió a la luz… De entre unos arbustos hizo aparecer la punta del cañón de su arma y disparó, pero no contra ninguno de sus agresores, sino contra el foco que estaba cerca de ellos, ya que lo podía delatar. Tras esto los dos cazadores se lanzaron sobre aquel lugar de donde se había escuchado el disparo salir y esta vez ambos abrieron fuego… El arbusto se sacudió con fuerzas por los repetidos y veloces impactos de balas, pero ya era muy tarde, porque su presa ya estaba rumbo hacia otro lugar donde ocultarse.
Un nuevo disparo de aquella pistola se escuchó y una lluvia de trozos de cristal se desparramaron por el piso; se trataba de otro foco más roto para mantenerse en penumbra, y muy inteligentemente, ya que ni siquiera estaba cerca de ninguno de sus cuatro perseguidores.
Con gran parte del sector en penumbra, la primera bala en contra de sus enemigos se disparó… Fue a dar directo en el hombro del hombre rubio, obligándolo a tirarse de rodillas, con las manos ejerciendo presión en la herida. Su compañero de cabello largo, arremetió con su carga. Cada proyectil se impactó contra los arbustos que resguardaban la seguridad del joven.
De un instante a otro, apareció una patrulla, seguida de cuatro furgones. Los cinco focos superiores, destellaban, y aquellos cambios de luces rojas, lograban penetrar entre las tinieblas que se comenzaban a presentar en aquella plazuela. Tras esto, los hombres del Mazda ingresaron al vehículo y se marcharon a toda velocidad.
Por otro lado, el objetivo de los cuatro sujetos, simplemente desapareció sin dejar rastro alguno. Quedando en el ambiente una sola pregunta ¿por qué?

El caballero de la lluvia

El puro estilo medieval, explotado en su potencial.



Como su señor le había pedido ir a dejar un encargo al pueblo del sur, Rafael accedió. Salió muy temprano, al momento que el disco dorado despidió los primeros rallos y venía de vuelta casi atardeciendo. Mientras cabalgaba sobre su musculoso corcel por en medio del frondoso bosque de los cerezos, fue atrapado por la lluvia.
El camino a pesar de que era transitado todos los días y era de fácil avance; se corría un rumor... Se contaba por varios caballeros, que en medio del bosque y en días lluviosos, se aparecía un hombre que vestía una armadura azul, y quien lo viese debía combatir contra él antes de avanzar, puesto que adoraba luchar.
Las rápidas patas del caballo color chocolate, en un corto lapso de tiempo lo tuvieron por el costado del riachuelo que prestaba suministro al pueblo. Ya cuando lograba divisar el poblado a la distancia, por entre las hojas y ramas de los árboles, justo en frente apareció... El caballero de la armadura azul. Las patas del animal se detuvieron de golpe, marcando el armazón de acero de las pesuñas en el blando suelo.
Aquel hombre no venía sobre bestia alguna y su rostro no se lograba visualizar, la visera del yelmo le cubría la identidad. Colgando de su hombro derecho, hacia abajo por la espalda, traía un hacha doble y de su cinturón, una espada dentro de una vaina de madera.
-Anda guerrero, baja del lomo de tu corcel y ven a combatir conmigo, o no podrás pasar. La voz que se ocultaba tras el metal, a Rafael se le hacía muy conocida.
-¿Que gano?
-La libertad de continuar tu camino.
-Podría hacer que mi caballo te aplaste y así seguir con el resto del trayecto.
-Inténtalo. Lo desafió el extraño, empuñando su espada.
Como el guerrero de la armadura azul se veía decidido a luchar, Rafael tuvo que bajar de la montura, atando a su compañero a un tronco.
-Luchemos mirando el rostro de nuestro oponente. Dijo rafael quitándose el yelmo y tirándolo al suelo empapado.
-Las reglas las pongo yo. Respondió ante el desafío el caballero misterioso. -Si quieres combatir sin protección en tu cabeza, es bajo tu responsabilidad.
Con la tierra convertida en lodo a sus pies, el avanzar para efectuar los ataques sería un problema de primera, producto a que el metal siendo tan pesado, o se hundiría o bien, se resbalaría; dejando claro que la lucha sería regida por una gran habilidad.
La hostilidad la comenzó el caballero azul... corrió de frente con un grito de guerra en su boca y arremetió. La hoja filosa contenía todas las malas intenciones de matarlo, pero Rafael le declaró un firme bloqueo; comenzando así la gran batalla, contra el caballero de la lluvia.
Los chispeantes impactos abajo del llanto del cielo, se sentían rugientes yendo de un lado a otro del camino.
Un charco hizo que Rafael quedara con la rodilla izquierda clavada en el barro, brindándole el espacio al rival para coger su hacha, que esperaba pacientemente colgada de su espalda. Lo intentó eliminar y no lo logró, debido a que su noble contrario giró hacia el lado por sobre su espalda, acabando el filo enterrado en la húmeda tierra del bosque. Rafael se puso de pie con su cabello embarrado, y arremetió a su enemigo por la espalda; el extraño no logró extraer el hacha, pero sí logró repelerlo con su espada, luego le barrió la pierna derecha, que el guerrero del señor usaba como soporte; dejándolo caer con estrepito...
a pesar de que el guerrero intentó levantarse rápidamente, el resbaladizo suelo no se lo permitió; gracias a esto el caballero de la armadura azul tuvo una oportunidad más para aniquilarlo... las espadas se encontraron y Rafael como última opción le pateó la pierna derecha a su contrario, derribándolo. Fuera de peligro, el noble se incorporó sobre sus palmas y rodillas, atacando con sus puños; las manoplas de sus nudillos estallaban al contacto de aquella armadura azul sin causar daño visible. El extraño respondió ante la agresión, propinándole un duro puñetazo en la barbilla descubierta... repeliéndolo hacia atrás. Al tocar con su espalda el lodo, tomó nuevamente su espada, ejecutando un corte de derecha a izquierda, consiguiendo únicamente chispear con el guantelete azul. A continuación se puso de pie, clavando la punta de la hoja en el piso.
-Solo estamos recién comenzando. El guerrero azul lo siguió, incorporándose sobre sus piernas.
Los choques de espada dieron inicio nuevamente. Arriba, abajo, arriba, izquierda, derecha; se trataba de una lucha bastante igualitaria. De un momento a otro, se quedaron forcejeando con las hojas y el guerrero misterioso le propinó una patada en el abdomen a Rafael, sacándolo de su lugar y estrellándolo contra el grueso tronco de un cerezo... la madera fue estremecida con el choque de la armadura de acero y las piernas del guerrero cedieron, quedando sentado sobre la raíz.
-Tendrás que cuidarte mejor. Dijo el extraño caminando hasta donde estaba aun su hacha clavada en el lodo. -Entiende que esto no es un juego.
-Estoy al tanto de eso. Con su rostro mojado, Rafael intentaba levantarse. -No creas que no le he tomado el peso a esta lucha.
-No parece. Blandiendo el hacha doble por sobre su cabeza. -¡Demuéstralo!
Como si de una jabalina se tratara, le lanzó el hacha girando. al ver esto, Rafael se quitó del camino, quedando el filo clavado en el tronco... Mientras la savia corría por la rugosa corteza, el caballero intentó buscar la caída del joven mensajero. Rafael como tenía a su enemigo arremetiéndolo sin compasión alguna, no tuvo otra opción más que cruzar la hoja en medio, para no ser alcanzado por el filo.
-Resultaste ser un guerrero fuerte. Impregnando un poco más de energía en los cortes. -Aunque solo estés bloqueando.
Los brazos de Rafael no lograron continuar absorbiendo la fuerza en cada impacto, bajando la guardia; tras esto, recibió la hoja en su torso... Un corte de arriba hacia abajo, que logró penetrar la gruesa coraza... Tirándolo al suelo de espalda. La filosa arma acabó con su recorrido, dejando tras esta gran cantidad de sangre.
-Todo acabó. El extraño guerrero se dio la vuelta para comenzar a retirarse.
Sobre el pecho de Rafael, continuaba emanando sangre, que se dispersaba hacia los lados por las gotas de lluvia que la arrastraban hasta la húmeda tierra. El lastimado caballero se comenzó a levantar; no le importaba el dolor que estaba sintiendo, lo único que deseaba era volver a donde su señor. Sus manos desarmadas se aferraron al suelo como pilares, permitiendo que se lograra sentar.
El rival de la armadura azul, solamente lo miró por sobre su hombro derecho.
-Quédate tirado, ya estás muerto.
-Claro que no. respondió Rafael levantándose y cogiendo su espada. -Esto apenas comienza.
-La pérdida de sangre ya te está haciendo delirar. El guerrero se dio la vuelta. -Pero si gustas, te despedazaré.
Con la sangre deslizándose por su coraza protectora, Rafael se fue en ofensiva; no estaba dispuesto a recibir ni un solo corte más. cuando lo tuvo en alcance, el combatiente azul, atacó con su espada, y cuando los aceros se encontraron vino la segunda parte; el enemigo continuó con su arremetida propinándole un puñetazo con su mano izquierda en el rostro descubierto de su contrario, ya cuando tuvo a Rafael desestabilizado lo sacó volando de una poderosa patada en el pecho... El golpe iba con mucha energía, tanta que se despegó del suelo y se impactó dos metros más atrás... Abajo de su cuerpo revestido con las piezas metálicas, yacía yerba aplastada y enterrada en barro, que ahora poco a poco se bañaba en sangre.
-Ho... Nuevamente Rafael se comenzaba a incorporar. -No me verás morder el polvo aun.
-Que fuerte eres. Lo alabó el extraño hombre de la armadura azul. -¿Qué te empuja a levantarte?
-Mi señor siempre ha dicho, que se deja de luchar cuando tu corazón deja de latir.
-Que sabio es tu señor...
A pesar del dolor que lo atrapaba, Rafael atacó nuevamente. El primer zarpazo su rival lo evadió retrocediendo y el segundo lo bloqueó con la espada, a continuación lo volvió a bloquear, salvando su cuerpo; ya había comenzado con el ritmo y no parecía querer parar por ningún momento. La filosa hoja cortó el aire y cuando su oponente se disponía a contraatacar, se vio en la obligación de parar otro cuchillazo, esta vez de abajo hacia arriba...
-No puedo creer que tengas tanta fuerza aun. Dijo el extraño hombre, retrocediendo.
-Para que veas. Ejecutando un corte de arriba abajo. -Ya podré cortar tu cuerpo.
El extraño estaba bajo presión, y se quitó del camino dando un paso hacia su lado derecho, logrando hacer que Rafael perdiera el hilo y terminara cortando únicamente el viento. con su ataque invalidado, el caballero de la armadura azul lo arremetió con su hombro derecho, desestabilizando al fiel, aprovechando de propinarle un golpe con la rodilla en la parte trasera del muslo, y luego un punta pie en la parte baja de la espalda, por sobre las nalgas... El extraño rival poseía tal fuerza en sus golpes, que Rafael acabó estrellándose de cabeza contra el tronco de un cerezo... Tras el choque, el cuerpo del valeroso luchador se desparramó sobre rocas, lodo y yerba.
-No me rendiré. Decía con su voz temblorosa Rafael. -Tengo que volver donde mi señor.
En su cuerpo estaban impregnados los temblores de dolor y cuando sus manos le dieron el apoyo para despegar su torso, su enemigo lo intentó fulminar. Corrió de frente con la espada levemente elevada por su costado derecho y cuando se disponía a darle el golpe de gracia, Rafael realizó un ataque desesperado... Girando todo su cuerpo en aquella posición, logró dar un corte hacia arriba, logrando enganchar el yelmo azul con la punta de la espada... Quitándoselo de la cabeza... Quedando así a la vista el rostro de su rival...
-No lo puedo creer... Rafael se quedó pálido...
Aquel misterioso caballero resultó ser alguien que no se lo esperaba... Nada más ni nada menos que su señor...
-Mi señor... Usted fue siempre...
El rostro de asombro del señor se quedó detenido allí, aun no lograba asimilar que había sido descubierto. Dejó caer su espada a su costado y dio dos pasos atrás.
-Usted... Se puso de pie Rafael. -¿En que estaba pensando?
-En combatir.
-Yo creí que era tan honorable como predicaba, pero veo que solo eran palabras al aire. Llevando la hoja al frente. -Siempre tienes que pensar antes de luchar ¡donde quedaron aquellas enseñanzas!
-Rafael... Entiende. Intentó excusarse. -Necesito saber con qué clase de hombres protejo mi hogar.
-No es respuesta ¡para acabar con varios guerreros!... Y todos fieles a usted. Bajando el brazo armado. -Me da asco...
-Ni lo digas.
-En todo le obedecí y usted me intentó matar. Llevando la hoja atrás. -Me quería dejar desangrar, pero por causa de aquellas enseñanzas falsas me coloqué de pie.
-No eran falsas.
-¡Como que no!... Nada de lo que predica lo cumple.
Los ojos del señor desprendieron un brillo dorado, arrojándose al piso y cogiendo la espada... Seguido de esto, intentó tapar la verdad con un último cuchillazo...
-Lo siento Rafael, pero nadie puede saber de esto.
-Claro que no...
De un solo corte seguro y poderoso, lo decapitó... A pesar del dolor y la sangre derramada, Rafael le separó la cabeza del cuerpo a su mentiroso señor...
-Que la lluvia junto con la sangre, intenten limpiar tu falso reinado... Dijo el valiente hombre destrozado, soltando y dejando caer su espada...
La hoja se impactó, tras esta la empuñadura... La lluvia se escuchaba caer por entre las copas de los cerezos. La cabeza de aquel que un día fue un ejemplo viviente para muchos nobles caballeros, dejó de rodar, quedando con el rostro mirando el cielo... Sus ojos permanecían abiertos, siendo bañados por gotas cristalinas, que se deslizaban sin poder quitar aquella pación por el combate, aun después de muerto...

El brujo del bosque

Solo una pequeña muestra del estilo que mas me gusta la fantasía mezclada con contexto medieval.


El brujo del bosque

Por las bocas de todos los aldeanos, se corría el rumor, que en lo profundo del bosque un extraño hombre que se convierte en animales habita, y que usando estas transformaciones, se devoraba a toda esa gente que de extraña forma desaparecía.
Hansus, un talentoso arquero había perdido a su amada y lo único que deseaba en estos momentos era poder vengarse. Se internó en lo más profundo del bosque armado con su arco y un carcaj de madera repleto con flechas.
Sobre su cuerpo traía una cota de mallas de anillos unidos entre sí con tiras de cuero trenzadas, para proteger su cuello se levantaban tres piezas compactas de acero, dos por los costados y una por atrás; dos hombreras redondeadas, placas cuadriláteras que colgaban de su ancho cinto, que cubrían los muslos, rodilleras, canilleras y botas de cuero con escamas metálicas. Sus brazos eran muy diferentes en las protecciones, puesto que por la postura de lanzamiento de las flechas, necesitaba la mayor comodidad; como cogía la cuerda con la mano derecha para extenderla, no traía nada de protección y de seguro que era para potenciar la agilidad de este; muy por el contrario el izquierdo estaba cubierto por completo por cuatro piezas, brazalete, brazales del ante brazo, manoplas y guantelete. De su cinto colgaba: por atrás a la derecha el carcaj y por delante a la izquierda la archa, con veinte centímetros de asta.
Sus ojos iban fijos al frente y sus pasos firmes y seguros, realmente demostraba que no sentía dudas de lo que estaba haciendo. Arboles y más arboles, era todo lo que veía paso tras paso, en estos momentos lo único que esperaba era que frente a sus ojos se cruzara aquel hombre…
Con el tétrico grito de una lechuza dio inicio la noche, continuada del hermoso cantar de los grillos, que se ocultaban entre cada uno de los matorrales.
De pronto y de un instante a otro sus pasos lo llevaron hasta un sitio que nunca le hubiese gustado conocer, pero que ahora estaba frente a sus ojos… Una zona rodeada de espesa maleza, ocultaba varios cadáveres atados a los troncos de los arboles… Ya no se lograban reconocer, puesto que solo eran huesos. A los pies de estos estaban sus ropas y eso dejaba claro que se trataba de las personas desaparecidas.
Hansus comenzó a retroceder lentamente aterrado con lo visto, hasta que se topó con algo… Se giró y aquí se cruzó con aquel personaje que andaba buscando.
__¿Sorprendido? Propinándole un golpe en la nariz.
El joven arquero caminó hacia atrás completamente adolorido, cubriendo su rostro con la mano izquierda. Ya cuando el dolor comenzó a desaparecer, pudo levantar su mirada para poder contemplar a su enemigo.
Ese hombre vestía una larga túnica negra y en sus manos portaba una espada corta con mango de hueso. Sus ojos negros y penetrantes resaltaban en aquel rostro pálido, su larga cabellera reposaba a su espalda alcanzando la mitad de su tronco; lo más sorprendente era su porte, ya que con facilidad tocaba las ramas de los arboles, de seguro que medía dos metros.
__Al fin nos cruzamos, Hansus… Pasando la lengua por entre sus labios, así como si fuese a sentir el sabor del combate que ahora se vendría.
__Tú… ¿Eres el brujo?
__Así es, pero preferiría que me llamases Ra, el señor del bosque.
__¡Asesino! Jalando su archa.
Sin temor alguno en su corazón, Hansus se arrojó sobre él. Ra no lo evadió y lo esperó allí quieto, ya cuando estuvo a una distancia peligrosa atravesó su espada en el camino… Los aceros se encontraron y chispearon; con esto el arquero intentó abatirlo con su pierna derecha; este hombre dio un paso atrás y el punta pie quedó invalidado, luego el joven aprovechó esto para equipar su arco.
__Todo acabó. Apuntando a su rival con una flecha.
__No me hagas reír. Dibujando una sonrisa en su rostro, mientras separaba sus brazos hacia los costados. __He vivido más de trescientos años aquí, y ni tu ni nadie podrá acabar conmigo.
__Ya lo veremos. Soltando la cuerda…
Cuando la flecha se disparó Ra se transformó en lechuza y escapó del ataque, dejando que la saeta fuese a quedar clavada en un tronco. Hansus intentó seguir a su rival con su mirada, pero ya la noche estaba tan espesa que la ave desapareció entre las sombras generadas por ramas y hojas.
__¡Vuelve!
Y un ruido de ramas quebradas alertó al joven muchacho, pero ya era muy tarde, cuando elevó su mirada su rival le cayó encima, golpeándolo con la rodilla izquierda en el rostro… Hansus se desplomó sin poder evitarlo y antes de que su cuerpo se quedara tirado de espalda, Ra le dio un golpe más… Un punta pie en las costillas que lo despegó del suelo, tirándolo de golpe unos cuantos metros más atrás… El impacto fue sordo, pues las hojas caídas amortiguaron su pesado cuerpo cubierto con la armadura.
Aunque un tanto aporreado, Hansus se incorporó nuevamente y se encontró con que Ra había cambiado otra vez; ahora era un lobo negro que se fue sobre él con sus brillantes caninos directo a su cuello, de seguro que deseaba eliminarlo rápido; y el arquero se defendió, con su brazo derecho le detuvo las fauces y como su miembro poseía coraza el can apretó con su hocico el metal, llevándose la molestia en sus mandíbulas; ya con la arremetida evitada, Hansus logró acertar el primer golpe certero, que fue un golpe con su puño izquierdo en el costado del animal… Con un alarido Ra se retiró, recuperando su forma humana.
__Eres un rival fuerte. Dijo Ra sobando sus costillas del lado izquierdo. __Solo me confié un poco.
__Esto solo está recién comenzando. Colocándose de pie.
__Me doy cuenta.
Se volvió a precipitar contra el arquero, aprovechando de que aun no se colocaba de pie, y se transformó en un tigre negro. Hansus lo tuvo sobre él nuevamente y como este animal era mucho más grande que el lobo, no lo logró contrarrestar, recibiendo su pesado cuerpo. Las fauces del felino se quisieron incrustar en su cuello y el muchacho que no se daría por vencido tan fácilmente, lo esquivó girándose hacia la derecha, luego de esto y usando la archa que aun portaba, le propinó un corte en la pata trasera de la izquierda… Ra dio marcha atrás dando rugidos adoloridos y derramando sangre. Tras esto Hansus se puso de pie empuñando su arco y dirigiendo su mira hacia aquel enorme tigre.
__Quédate ahí, todo acabó.
__Claro que no. Empujándose hacia el frente con sus patas traseras.
Al ver que la colisión sería inevitable soltó la saeta, que se fue directo hacia la bestia, penetrando el maxilar inferior…
__¡No! Agitando su cráneo hacia los costados…
Su ataque fue desviado y gracias a que movió su cabeza hacia los costado la punta de la flecha no alcanzó su cuello, pero si le provocó gran daño, pues entró en su boca y cruzó todo el tejido de su mandíbula inferior. Apoyó sus cuatro patas en el piso y bajó su hocico, dejando que la sangre alimentara el suelo del bosque…
Hansus cargó una flecha y le apuntó; de seguro que no permitiría que se recuperara con facilidad.
__Tú debes pagar por lo que les hiciste a todas estas personas. Recorriendo con sus pupilas cada uno de los cuerpos allí atados. __Te mereces morir lo más lento posible.
__No sabes lo que dices. Levantando con mucho esfuerzo su mirada.
__Claro que se lo que digo, quiero que pagues.
__Claro, es muy fácil para ti decir eso. Conectando su mirada con las pupilas seguras de Hansus. __Pero ¿Quién hará que paguen lo que a mí me hicieron?
__Haa…
__Por supuesto, si ustedes se preocupan de sus propias vidas, pero está bien, ya da igual. Desviando su mirada. __Si nunca se preocuparon de eso durante todos estos años, como voy a querer que ahora les importe.
__¿A qué te refieres?
__Tú no sabes la verdadera razón por la cual yo hice lo que hice. Recuperando su forma humana. __Solo quisiste venir a matarme y ya, que sencillo. Quitándose la flecha con sus dos manos. __Nunca te contaron nada a ti, asique no te culpo de esto.
__¿De qué hablas? ¡Explícate!
__No importa, sigamos con nuestro combate. Empuñando su espada corta.
__Habla.
__¿Para qué? Diga lo que diga no importará, acabarás igual conmigo, asique al menos deja luchar por mi vida.
__¡Que hables! Amenazando con soltar la cuerda.
__¿Para qué?... ¡Dime! ¿Me dejarás vivir? Claro que no, eso es estúpido. Elevando la hoja. __Vamos, pelea.
Hansus apretó sus dientes y soltó la cuerda, dejando que una flecha más se fuese hacia su rival. Ra paró el ataque con su arma y se lanzó de frente, encontrando sus aceros. Gracias a la hasta de la archa el joven lograba bloquear sin dificultad, recibiendo uno a uno cada uno de los zarpazos; derecha, izquierda, derecha e izquierda, cortes seguidos, uno tras otro sin detenerse, logrando con esto ganar terreno. Aprovechando un paso atrás que dio su pequeño rival, Ra ejecutó un corte oblicuo, que Hansus lo sintió en su torso, y gracias a su cota de malla no penetró su cuerpo mortal. Ya con este encuentro de cerca con el filo de aquella espada, Hansus realizó una jugada con su pierna derecha, intentó propinarle un punta pie y su enemigo se vio obligado a dar un paso atrás, para no ser tocado.
__Bien, bien, realmente te felicito, eres un gran rival. Ra lo alagó sonriendo.
__No necesito de tus halagos. Armándose con su arco. __El único alago que deseo es aquel que me darán cuando lleve tu cabeza.
__No lo tendrás.
__Te tengo muerto; ya has probado dos de mis flechas, solo me queda acertar una más en una zona vital, para que así perezcas.
__Hazlo entonces. Elevando la hoja de su arma a la altura de sus ojos. __Solo si es que puedes.
__Así lo aré.
__Te espero entonces, me quiero morir pronto. Bajando la hoja a su costado derecho.
Apuntó al cuello y soltó la saeta… El acero con mango de hueso, cortó el proyectil, invalidando un ataque más.
-Me das pena, no sabes lo que haces.
-Solo tuviste un buen reflejo, pero créeme que esa gran suerte no te acompañará siempre. Cargando la cuerda con una nueva flecha.
-Piensa un poco lo siguiente… ¿Qué harías tú si te acusan de brujo? Y peor aun ¿Te quieren matar por esto?
-Ha…
-¡Claro! ¿Cómo no lo pensé antes? ¡Ni siquiera te lo imaginas!
-Pero… Sosteniendo el arco con sus manos temblorosas.
-Yo no soy lo que soy por simple gusto o placer; yo soy así porque me hicieron así.
Un buen día cuando caminaba por el bosque junto a mi padre, se apareció un anciano. Cuando este nos vio nos gritó unas palabras, que ninguno de los dos logramos entender, pero que de inmediato causaron efecto… Me transformé en una lechuza y mi padre en un lobo ¡Estábamos malditos!
-Pero… Bajando el arco.
-Así es esto, o ¿Qué pensabas? ¿Qué mataba por placer? ¡No es así!
-No, no, no lo puedo creer…
-Este acontecimiento ocurrió hace trescientos años atrás, y en esos entonces los aldeanos nos querían eliminar.
Un buen día, por la noche; incendiaron nuestro hogar…
-¿Qué pasó?
-Mi padre murió… Y para mi desgracia seguí vivo. Dando un cuchillazo con todas sus fuerzas a un tronco. –Desde entonces, juré vengarme por lo hecho.
-Sí, pero eso ya ocurrió hace trescientos años; nadie de aquellos vive en la actualidad.
-Da igual. Levantando su espada a la altura de su pecho. –Ahora mato por el gusto de hacerlo. Esos seres repugnantes de hace trescientos años, me convirtieron en lo que soy ahora y ¡no puedo dejar de serlo! Arrojándose de frente.
Completamente cegado, no se esperó que Hansus contraatacara. El joven levantó veloz el arco, y sin apuntar dejó escapar la flecha…
-¡No!...
La punta se introdujo en su estomago… Sacándolo de combate y repeliéndolo hacia el costado. El mango de hueso tocó el suelo húmedo del bosque, mientras que sus manos presionaban el punto adolorido…
-No puede ser… Viendo su sangre derramarse por entre sus dedos temblorosos. –No puedo acabar así…
Al ver que todo había llegado a su fin, Hansus dejó caer el arco a sus pies y desde su puesto observaba como la muerte pasaba su cuenta.
-No por lo que te hicieron, tienes que matar. Tú nunca debes convertirte en lo que la gente quiere, sino tienes que ser lo que solo eres por dentro.
-Ya es muy tarde para mí. Arrodillándose. –Toda la sangre que derramé, será derramada de mi carne, terminando así con mi deuda. Mirando a Hansus. –Perdón joven, créeme que de verdad me arrepiento.
-Lo sé.
-Ahora, corta mi cabeza y llévala a la aldea. Bajando su rostro.
Desvió su mirada de Ra, llevándola a un árbol.
-Hmmm… No puedo hacer eso.
-Tienes que hacerlo, solo así acabas con esta pesadilla.
-No. Quitándose el carcaj de su cintura. –Volveré a la aldea y ya.
-Hazlo.
Sin cortar la cabeza de su contendiente, Hansus emprendió rumbo a su aldea, llevándose consigo una gloria a medias de su victoria, puesto que dentro sentía que no había logrado nada, aunque su rival estaba agonizando.
-¡Espera! Levantando su mirada que ya estaba ida. –Vuelve aquí, acaba con mi dolor.
-No puedo hacerlo. Mirando a Ra por sobre su hombro derecho. –En ese estado no puedes seguir luchando… Ya estás derrotado.
-No es así. Intentando levantarse. –Si quieres combatir, lo haré.
-No vale la pena. Girando su rostro, al mismo tiempo que cerraba sus ojos.
Sus pasos continuaron por entre los árboles, y la vida abandonó a Ra… Se desplomó hacia delante, quedando tumbado sobre las hojas y yerba, pereciendo por la pérdida de sangre, acompañado por el deseo de caer para acabar así con su maldición…
Por otro lado, Hansus parecía haber perdido más; no tenía a su novia, ni la cabeza de su enemigo entre sus manos, nada de lo que deseaba, había conseguido. Sentía que ese hombre había sufrido mucho más que todos los familiares que perdieron a sus seres queridos.
-¿Qué puede ser peor que eso? Deteniéndose.
Frente a sus ojos estaba un río templado y de un segundo a otro, su mirada se perdió en aquella profunda oscuridad del cielo, alcanzando a distinguir el rostro de su amor eterno; aquel amor que ahora debería esperar con mucha calma, hasta volverlo a encontrar, en algún momento.

Algo mas que un simple beso

Una enigmática historia de amor.


Algo más que un simple beso

Al bajar del autobús en frente del puerto, Raquel sintió que este paseo no sería como los anteriores, algo contenía diferente.
La antiquísima construcción hizo que la muchacha estuviese obligada a subir unas largas y empinadas escaleras de material solido. Sus negras y elegantes botas de cuero, llevaban cuesta arriba aquel escultural cuerpo esbelto, provisto de remarcadas y generosas curvas femeninas, rematadas con un metro sesenta. Su larga cabellera castaña se agitaba con la brisa, junto con sus delgadas prendas. Aquellos grandes ojos color miel permanecían fijos paso tras paso, mientras que sus delicadas manos iban atrás y adelante, dejándose llevar por un va y ven suave.
Cuando ya se vio arriba, siendo seducida y cautivada por la belleza incomparable del mar, su infantil blusa Calipso se apegaba contra el frente de su cuerpo, mostrando en su plenitud su busto, de linda y seductora apariencia.
Aferró sus blancas y delgadas manos a la baranda, para así sentirse más segura.
De pronto, tuvo un pequeño presentimiento; giró su rostro hacia su costado derecho, logrando advertir que a tan solo unos pocos metros de donde estaba parada, un hombre de cabellera negra la observaba por la ranurilla de su ojo izquierdo. Bajó sus manos hasta su falda, que se agitaba descontrolada, pero que no se subía más de la cuenta producto a su largo; luego su rostro sereno cambió por uno de disgusto.
El hombre, que no paraba de deslumbrarse con semejante belleza, notó el disgusto de la muchacha y sin mayor espera se echó a correr por el borde del puerto, en dirección del mercado. Con la rabia ardiendo a mil en sus ojos, Raquel se dejó atrapar por la persecución.
-¡Deténgase!... Corriendo por entre la gente que se quitaba del camino sola, sin la necesidad de darles un empujón. -¡Alto!... Pero el extraño acosador no parecía querer parar.
Lo vio entrar a uno de los tantos locales de comida que allí habían y supo que ya lo tenía a su disposición, solo restaba acusarlo de ladrón para que alguien le diese su merecido.
Cuando ingresó al local, su rabia se fue a lo más profundo del océano, puesto que de aquel recinto se despedía un delicioso aroma a flores, a pesar de que todo el puerto apestaba a pescado. El joven que la observaba sin temor de ser atrapado, ahora estaba frente a sus ojos, con su mano derecha apoyada ligeramente sobre una silla.
-Muy buenas tardes dama.
Una voz armoniosa y varonil, que hacía un excelente juego con su fachada de muchacho rico y bien vestido.
-Am… Raquel no supo que decir en ese momento.
-Adelante, pase a sentarse.
Algo así como si estuviese bajo trance, la chica avanzó, tomó asiento y se apegó a la mesa, que estaba cuidadosamente arreglada. Sobre la redonda cubierta abrazada por un mantel blanco, se alzaba un brillante florero con varias rosas de diferente color en su interior, desplegando su aroma y hermosura frente a las dulces pupilas de la chica.
El elegante joven rodeó la mesa, hasta lograr ubicarse en la silla del lado contrario.
-Lamento mucho mi atrevida presentación, se que te incomodé con mi prepotente mirada. Entrelazando los dedos de sus manos por sobre la mesa. -Lo siento…
En ese momento, Raquel recordó su malestar y golpeó con su puño cerrado la superficie tapada por la tela.
-¡Es un depravado! Inclinándose hacia donde estaba él. -¡Para qué me miraba!
El rostro de ella hervía, presentando aquel característico enrojecimiento producto a su descontrolada rabia.
-¡Responda! Clavándole sus penetrantes ojos rabiosos.
-Me cautivó con su impresionante belleza. Bajando el rostro en señal de sumisión.
-Ho… Se vio en la obligación de bajar el perfil de lo que estaba ocurriendo. -¿Por eso me miraba?... Volviendo a acomodarse más calmada.
-Claro… Intentando alzar su tímida mirada.
Se quedaron contemplando por un momento en silencio y cuando llegó el mesero a entregar la carta con los precios, ambos dieron un salto de su lugar; realmente se encontraban concentrados disfrutando el uno del otro.
El joven le alcanzó la carta a Raquel, para a continuación bajar su brazo de la superficie de la mesa.
-Lo siento nuevamente. Sonrió un poco avergonzado.
-No hay problema. Respondió la muchacha, abriendo la carta.
-¿Que deseas comer? Preguntó el joven aplastando la otra carta con su morena mano.
-Pero… Visualizando los precios que no bajaban de los diez mil. -Estos platos son muy caros.
-No te preocupes por el precio, tú pide y disfruta.
-Ho… Bien…

Pasaron toda la tarde allí, platicando y riéndose de las tonterías que hacían las personas en el puerto.
-Te lo juro… El joven tomaba un respiro profundo para poder seguir contándole. -Y se fue de cabeza el muy estúpido…
Ambos se llegaban a apretar el estomago de tanto reírse.
De pronto Raquel contuvo sus carcajadas y se quedó prendida de los ojos negros que ahora la inundaban ¡recordó que aun no le preguntaba su nombre!
-Mira… Buscó las palabras la muchacha. -No te mostraste muy caballero de primera, pero ahora me has hecho pasar una tarde agradable, gracias.
-Yo te tengo que dar las gracias. El rostro del muchacho se llenó de felicidad. -En realidad nunca pensé que serías tan cautivante.
-Am…
-Te había visto en ocasiones anteriores, pero nunca me atreví a dirigirte una sola palabra.
-He venido muy pocas veces al puerto ¿en qué momento me había visto?
-Esas pocas veces que ha traído su belleza hasta los barandales. Se arregló el cuello desordenado de su cortaviento. -Se que su padre se llama Alfonso y que tiene un local de mariscos, desde donde distribuye en enormes camiones blancos su deliciosa mercadería, a varios locales de comida en la capital.
-Am… Bueno…
-Sé también que no sabe quien soy yo, pero no la culpo. Bajando sus manos hasta los bolsillos de su pantalón. Mi nombre es James, soy pescador.
-Bueno… Es un gusto James, pero ahora tengo que irme; mi padre me tiene que estar esperando muy preocupado. Colocándose de pie.
-¿Nos veremos otra vez? Preguntó enlazándola con sus ojos, mientras que entre sus grandes manos se deslizaban cuatro billetes azules.
-Claro… Respondió escapando de aquel encanto.
Una vez que la chica cruzó el lumbral de la puerta, James canceló y dejando una generosa propina de un billete azul más, se retiró del local.

Tras el primer encuentro, los jóvenes se continuaron viendo una y otra vez. Por la mañana, a caminar por el puerto; por la tarde, a disfrutar de la sombra de alguna plaza; y durante la noche, a ver alguna película al cine; en pocas palabras, parecía un sueño salido de Hollywood. Esta rutina hizo que transcurriera una semana, sin que los dos se dieran cuenta.
Un día cualquiera, se quedaron tendidos sobre la arena de la playa disfrutando del preludio de la noche. Ambos permanecían separados por escasos centímetros y mientras se miraban fijamente, Raquel recordó que pronto debía volver a la capital; ya que únicamente venía a pasar sus vacaciones junto a su padre. El recordar esto le provocó un malestar en su garganta, algo así como un sutil apretón que le descendía hasta su pecho.
-Veo que tienes un problema. Dijo James con tono suave. -¿Que te ocurre?... ¿Te molestó todo lo que ha pasado?
-No… Respondió con su voz apagada desviando su mirada triste hacia las alturas. –Jamás podría arrepentirme de todo esto.
-¿Entonces?
-Me queda muy poco tiempo aquí. Cerrando sus ojos.
-Ha… Se sintió sorprendido James y se levantó de la arena, tomando asiento. -¿Te vas?
-Sí.
Aquellos profundos ojos negros se dirigieron hacia el horizonte, hasta aquel punto en donde se unía el cielo con las azules aguas del mar.
-No me habías dicho nada…
-Lo siento.
Dando un profundo suspiro, James jugueteó apagado con los finos granos de arena.
-Es una lástima. Su voz se quebrantó con un tono tembloroso.
Raquel se sentó y se apegó al muchacho, atrapándolo con sus brazos.
-En realidad es una lástima. Apoyó la muchacha con su cuello siendo sofocado por la pena.
La piel de sus rostros se unió, acariciándose con una suavidad que no se podía explicar; sintiendo el calor mutuo que ambos se compartían. De pronto se dejaron envolver por aquella calidez, rosando el costado de la comisura de sus labios, avanzando sin temor hasta lograr consumir el cáliz de sus bocas.
La atrapante briza marina, acompañaba este alocado e infantil momento, en el cual ambos solo se dejaban guiar por sus impulsos ardientes.
En el momento que sus manos se permitieron la entrada, cayeron al tibio soporte, reposando sobre la espalda de ella. Los cuerpos se tuvieron juntos, casi siendo una sola carne, repartiendo caricias por sobre la quemante piel del otro.
Ahora, la luna en lo alto era la testigo de todo lo que ocurría y al verse bastante atrapados en tal alocado instante, detuvieron su muestra de pasión; quedándose en silencio, oyendo la aceleración de sus respiraciones.
-Que profundo. La voz de Raquel era como un suspiro frente a una agitada ventolera.
-Es como una ilusión, una fantasía, un sueño que se hace realidad.
-Asombroso ¿no? Acariciando el rostro de su amado.
-Pero yo quiero algo más que un simple beso…
Las palabras de James penetraron por los oídos de Raquel, internándose entre los confines de su cabeza, intentando asimilar lo que quería expresar con esas frases.
En un instante los húmedos labios del muchacho se acoplaron contra la piel del cuello de ella, y en ese instante tuvo más o menos una noción de lo que posiblemente quiso decir… Algo más que un simple beso… ¿Qué podía ser algo más que un simple beso?
-¿A qué te refieres con eso? Preguntó Raquel siendo extasiada.
-A nada… Respondió regalándole un cariñoso beso en la suave y delicada piel que se aprontaba a llegar a la barbilla de ella.
Con esta jugada los morbosos pensamientos de mujer afloraron, creyendo que aquella frase iba con otro sentido.
-¿Te gustaría que pase la noche junto a ti? Preguntó Raquel intentando encontrar aquellos ojos negros.
-Sería un placer. Apoyando ambas manos en el piso para despegar su humanidad de la de ella. –Lo que sí, tengo que pedirte algo.
-¿Qué?
-Hagamos las cosas bien… Llama a tu padre para contarle.
-Am… Claro…
Con la propuesta aceptada, se pusieron de pie, se sacudieron sus ropas y se marcharon del lugar.

Como debía informarle a su padre que no llegaría, Raquel lo llamó de un teléfono público.
-Claro, me cuidaré ¡nos vemos mañana! Colgó con una sonrisa picarona en su rostro adolecente.
Luego de esto, atrapó entre sus brazos a James, lo besó fogosamente y emprendieron camino al hogar del muchacho.

Bajaron de una liebre amarilla y ingresaron a un edificio de nueve pisos, de seguro que el chico arrendaba uno de los varios departamentos del lugar. En conserjería no había nadie, algo sumamente extraño, pero Raquel no le quiso prestar atención, solo se dejó conducir hasta el ascensor.
Cuando paró en el piso tres, se abrió la puerta y en aquel iluminado pasillo repleto de puertas por ambos lados, no se veía una sola persona, era como si fuese un edificio fantasma, pero inmersos en este cuento de hadas, no le daban mayor importancia, en este momento únicamente importaban ellos y sus intensas emociones.
Caminaron por el pasillo, James conducía al frente. Cuando llegaron hasta una puerta en la cual aparecía el número 502, se detuvieron.
-Aquí es. Dijo James eligiendo una llave entre un manojo abundante. –No es muy grande, pero te sentirás cómoda.
Al abrir, la mano morena encendió la luz, dejando ante los anonadados ojos de Raquel un pequeño departamento bastante ordenado. Sobre la fría cerámica se veía un cubre piso bastante limpio, por el cual ingresaron pisando con gran timidez. Al estar de frente con un sofá café, James le indicó que tomara asiento, mientras se dirigía hacia una vitrina repleta de finas copas de cristal.
-¿Qué te sirves? Preguntó James dejando dos copas sobre una pequeña mesa de centro.
-Ho… Bueno… Yo… No encontraba ni una sola palabra más, se sentía fuera de la dimensión que conocía; era como si la vida la hubiese arrastrado hasta aquellos pasajes cálidos de su mente, en los cuales únicamente permanecían guardados sus más íntimos deseos de eterna felicidad.
-¿Quieres un poco de ponche de durazno? Está bastante suave.
-Bueno. Al fin logró responder con seguridad.
-Me quiero bañar antes de acostarme. Decía James extrayendo una botella con ponche, que había estado guardada en uno de los cuatro cajones del mueble. –Es bastante fresco dormir después de bañarse.
-Me lo imagino.
-¿Te quieres bañar? Dejando la botella junto a las copas, para proseguir a destaparla.
-Sí. Apoyando su delicada espalda sobre el respaldar.
-Bien. Sirviendo el licor. –Entonces, te bañas tu primero y luego yo. Cerrando la botella.
-Ningún problema. Cerrando sus ojos y dejando reposar sus manos sobre la falda, que se apegaba a la blanca piel de sus piernas.
El precioso rostro de la muchacha, mostraba que en su mente pasaban mil y un pensamientos, que al contemplar su expresión a James le entraban ganas de conocerlos.
-¿En qué piensas? Recogiendo las copas con sus manos.
-En que me gustaría que todo esto fuese eterno. Abriendo sus ojos y uniendo sus dulces miraditas con las profundas del chico.
Esta frase clavó profundo en la conciencia de la joven… Para ti no está hecha la eternidad… ¿A qué se refería?
-Para ti mi niña, te tiene que importar el momento. Alcanzándole la copa. –Aun no pienses en la eternidad, ya llegará el momento para eso.
-Pero… Cogiendo la copa con su mano derecha. –Yo quiero estar para siempre contigo.
-Lo sé. Tomando asiento al costado de la descolocada muchacha. –Algún día podremos estar siempre juntos, pero ahora, estar conmigo solo te privará de todo lo que tienes que vivir.
Cada palabra dejaba aun más asombrada a Raquel, en realidad no comprendía lo que quería decir el joven.

Con la noche bien entrada, James condujo a Raquel hasta el cuarto. En la habitación se veía una cama matrimonial, entre dos veladores pequeños; justo en frente, había un elegante mueble que sobre su superficie soportaba un enorme televisor.
-Acomódate, yo revisaré que la puerta de entrada esté bien cerrada y vengo. Dijo James cerrando la puerta del cuarto a su espalda.
Entre movimientos torpes producto a las miles de preguntas, Raquel fue quitándose una a una las prendas, hasta quedar únicamente con un traje de baño de dos piezas. Sus agotados y confundidos ojos, descansaban sobre sus lindas y bien formadas piernas. Aquellas delgadas manos acariciaron sus muslos, subiendo, encontrándose con la diminuta prenda que conservaba en privado sus partes más intimas; luego siguieron con su camino, pasando por su abdomen y tropezando nuevamente con la prenda superior, que mantenía erectos aquellos bellos pechos.
-Tiene que ser una tontería. Se dijo Raquel, internándose entre las ropas de la cama. –Será mejor que únicamente disfrute este precioso momento.
Antes de apoyar su cabeza en la almohada, escuchó los pasos de James aproximarse, pero al momento de entrar en contacto con el esponjoso soporte, sus parpados se le precipitaron, sumándola en el sueño…
Un fuerte golpe a su costado la hizo despertar, abrió sus ojos sentándose en su cama, arropando las frazadas a sus pies. Cuando al fin logró respirar con alivio, se percató de que junto a ella permanecía su padre.
-Papá…
-Ups… Respondió el señor. –Lo siento Raquelita, boté tu despertador. Recogiendo el pequeño reloj de velador.
-Pero si yo… ¡Estaba durmiendo en otro lado!...
-Claro. Dijo el viejo colocándose de pie. -¡Niña malcriada te quedaste dormida viendo televisión!... Yo te tomé en mis brazos y te traje a tu cama.
-¿Y James? Preguntó aun desconcertada.
-¿Quién?... Am… ¡James!... Elevó la voz el viejo mientras se rascaba la barba. –Hablas del chico que mataron. Bueno, anoche los oficiales de la PDI atraparon a los desalmados. Lo extraño es que dijeron que una joven les indicó en donde buscar.
-¿Qué?
-Claro, una joven; y lo más extraño es que las descripciones de la muchacha ¡coincidían contigo!... Dirigiéndose hacia la puerta. –Si no hubieses estado aquí conmigo anoche, pensaría que tú eres la heroína, pero no. Ya mi niña, vístase para que tomemos desayuno. Cerrando la puerta.
-James… Muerto…
Aun sentía entre el sabor del ponche, la dulzura de la boca de su amante ¿Cómo podía ser aquello?... Se había enamorado de un muerto; pero aun sentía sobre su piel las cálidas y suaves caricias del joven, era como si todo aquello realmente lo hubiese vivido. Y en aquel instante recordó una de las frases mencionadas por el chico, Para ti no está hecha la eternidad…

Cuando sus ojos color miel se quedaron de frente con el mar, creyó ver a James contemplándola desde la misma posición, como en ese instante cuando tuvo su primer cruce de miradas; pero el joven pescador ya no estaba allí… Solo era una falsa ilusión creada por su mente y sus apagados suspiros.

Los pasos tristes de la joven la llevaron hasta el local en donde habían cruzado sus primeras palabras, pero el local había cerrado hace tres meses atrás… ¿Qué significaba aquello?

A un día del término de sus vacaciones, Raquel fue embarcada en el autobús hacia la capital por su padre; quizás en realidad el romance con el muchacho solo fue una tonta ilusión.
Dejando escapar un suspiro, la maquina emprendió su largo camino y cuando la muchacha registró sus cosas para ver la hora, encontró un papel doblado, en el cual decía:

Para ti no está hecha la eternidad…

Aunque no comprendas nada de lo que está pasando, aun no pienses en la eternidad, ya llegará el momento para eso.

Algún día podremos estar siempre juntos.

James