Un misterio detrás del rrrrrh... De
los gatos
Con
un suspiro profundo y la respiración agitada, desperté, sentándome de inmediato
en la cama... ¿De qué diablos se trataba? ni idea. Afuera, el techo era
golpeado por la lluvia y sacudido por el furioso viento, el invierno había
llegado. Junto a mí, dormía plácidamente mi peludo bebe; su nombre era Runrúnyuyuy.
Se trataba de un gato de colores comunes; la parte superior de su cabeza al
igual que su lomo, cola y la parte externa de sus patas, eran gris claro, con
tonalidades negras que caían desde su lomo en forma de franjas; el resto de su
cuerpo era completamente blanco. Este gato estaba increíblemente obeso y el
collar negro con pintas rojas, ya le quedaba ajustado en el cuello.
Rrrrrh...
Su ronroneo era cautivante, algo naturalmente sedante. Junto al gordo de mi
gato, estaban otros dos mininos; la Tigresita, una pequeña gata romana, y el
Panda, similar a Runrúnyuyuy, pero que en la parte superior era negro,
presentando al igual que en Runrúnyuyuy la parte inferior blanca por completo.
Ninguno de estos dos despertó y seguían durmiendo relajados.
Me
volví a recostar, acariciando a mis pequeños.
De
pronto, hasta mis tímpanos llegó un nuevo ronroneo... Un rrrrrh... Mucho más
grave, un ronroneo que nunca había escuchado en mis pequeños, ni en ningún
gato. Me senté nuevamente, y mientras acariciaba la rechoncha barbilla de Runrúnyuyuy,
intenté averiguar de qué se trataba, pero era imposible, ya que la noche estaba
tan obscura que se me hacía completamente imposible visualizar al responsable
de semejante sonido. Corrí la cortina que cubría el vidrio y me encontré con
algo espeluznante... Del otro lado de la ventana, mis pardas pupilas se
encontraron con los rojizos ojos de una criatura, que por causa de las
tinieblas traídas con el temporal, no alcancé a distinguir su forma...
-Dios
mío... Sentí que mi corazón se quería salir por mi boca... ¡Qué era eso!... Por
mejor había querido visualizar la fuente de semejantes ronroneos, pero ahora mi
piel se había contraído, y sudaba frio...
Al
momento de soltar la cortina, nuevamente dirigí nuevamente mi mano a la
barbilla de mi gato, recibiendo las vibraciones producidas por sus elegantes
ronroneos.
-Una
bestia. Pensé, cogiendo en mis pensamientos a mis otros tres gatos, que por
causa de la invasión de ratones no podía tener cobijados dentro de mi hogar.
Toda
mi existencia estaba con mis felinos y sin pensarla dos veces, me levanté.
Arropado con lo más posible, calcé unas botas de agua y cogí la linterna; al
momento de salir de la habitación y escuchar la puerta cerrar a mi espalda,
recordé que esa cosa no era de este mundo, por lo mismo, busqué un cuchillo
cocinero en el cajón de los cubiertos y salí por la puerta trasera...
-Qué
frio... Mis dientes castañeaban frente a semejante briza de temporal.
La
lluvia golpeaba de lado, producto al viento; por esto, al despegarme de la
puerta, mis prendas se vinieron contra mí, apegándose el ropaje húmedo a mi
piel tibia y temblorosa.
Como
el suelo estaba resbaladizo, producto a la gran cantidad de agua caída, me vi
en la obligación de caminar con cuidado. Avancé con la linterna en frente,
pasando por abajo del maitén, que ya tenía sus hojas empapadas, ejerciendo peso
en las ramas. Las hojas golpearon mi frente, sacudiendo con bastante suavidad
el manojo de ramillas, permitiendo el descenso de las gotas sobre mi cabeza.
-Maldita
sea. Quitándome de abajo del árbol.
Era
como si todo estuviese planeado de antemano, pues al momento de recibir las
gotas y al quitarme, algo se movió detrás, pasando por entre las ramas de la
feijoa...
Veloz,
como un relámpago, empuñé el cuchillo, que traía entre las ropas y me quedé
preparado para cualquier cosa. Conduje lentamente la luz hasta las hojas de la
extraña planta y lo único que logré apreciar, fue un cuerpo negro que de un
salto pasó por arriba, cayendo sobre la malla suspendida entre dos maitenes y
el techo del cuarto... La malla negra ni siquiera cambió por un minuto aquel rítmico
movimiento serpenteante, producido por el viento; en realidad era como si esa
cosa pesara como una pluma, aunque la masa corporal que logré distinguir, por
lo menos debería haber ejercido un poco de peso, aunque fuese mínimo.
-¿Cómo
puede ser?... Ha... ¿Qué es eso?
Rrrrrh...
Hay estaba una vez más, aquel ronco ronquido. Ahora sí, estaba más que seguro,
era el ronroneo de un gato, pero increíblemente ronco.
A
esta altura, quería devolverme, pero antes tenía que terminar la misión que me
tenía propuesta. Enfoqué la puerta del cuarto y comencé a quitar la cadena; ya
cuando el interior estuvo a la disposición de mis preocupadas pupilas, visualicé
a los tres mininos echados sobre unas ropas viejas, durmiendo acurrucados.
-Creo
que me preocupé por las puras. Sonreí aliviado.
De
pronto... Un grito agudo, casi chillido, similar al emitido por búhos y lechuzas,
se escuchó a mi espalda... Estremeciendo hasta el último pelo de mi entumido
cuerpo. Al momento de girarme, mis ojos al fin se encontraban con el culpable
de mi miedo... Un gato negro, de ojos como sangre ardiendo, pelaje abundante y dientes
resplandecientes...
-Tú...
El
foco de la linterna reventó y cuando la hoja del cuchillo me diría si era real
o no, el felino en vez de emitir un maullido, dejó escapar otro de aquellos
gritos agudos, tapando mis oídos y repeliendo mi agresión...
-¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!...
...
-¡Ayuda!...
Me agitaba completamente espantado. -¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!...
-Miau...
Sentí
tres cuerpos peludos que me acariciaban, y un miau tras otro; con esto quise
abrir mis ojos... ¡Se trataba de mis bebes!... Los besé y acaricié como nunca.
Por la ventana entraba la luz del día, dejándome claro que lo de anoche solo
fue una tonta pesadilla, aunque... Junto a mi cama estaban tirados el cuchillo
con la linterna...
Fin
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