viernes, 25 de enero de 2013

Un misterio detrás del rrrrrh... De los gatos

Un terrorífico pensamiento, en el cual no intento crear el temor a estos mismos.


Un misterio detrás del rrrrrh... De los gatos

Con un suspiro profundo y la respiración agitada, desperté, sentándome de inmediato en la cama... ¿De qué diablos se trataba? ni idea. Afuera, el techo era golpeado por la lluvia y sacudido por el furioso viento, el invierno había llegado. Junto a mí, dormía plácidamente mi peludo bebe; su nombre era Runrúnyuyuy. Se trataba de un gato de colores comunes; la parte superior de su cabeza al igual que su lomo, cola y la parte externa de sus patas, eran gris claro, con tonalidades negras que caían desde su lomo en forma de franjas; el resto de su cuerpo era completamente blanco. Este gato estaba increíblemente obeso y el collar negro con pintas rojas, ya le quedaba ajustado en el cuello.
Rrrrrh... Su ronroneo era cautivante, algo naturalmente sedante. Junto al gordo de mi gato, estaban otros dos mininos; la Tigresita, una pequeña gata romana, y el Panda, similar a Runrúnyuyuy, pero que en la parte superior era negro, presentando al igual que en Runrúnyuyuy la parte inferior blanca por completo. Ninguno de estos dos despertó y seguían durmiendo relajados.
Me volví a recostar, acariciando a mis pequeños.
De pronto, hasta mis tímpanos llegó un nuevo ronroneo... Un rrrrrh... Mucho más grave, un ronroneo que nunca había escuchado en mis pequeños, ni en ningún gato. Me senté nuevamente, y mientras acariciaba la rechoncha barbilla de Runrúnyuyuy, intenté averiguar de qué se trataba, pero era imposible, ya que la noche estaba tan obscura que se me hacía completamente imposible visualizar al responsable de semejante sonido. Corrí la cortina que cubría el vidrio y me encontré con algo espeluznante... Del otro lado de la ventana, mis pardas pupilas se encontraron con los rojizos ojos de una criatura, que por causa de las tinieblas traídas con el temporal, no alcancé a distinguir su forma...
-Dios mío... Sentí que mi corazón se quería salir por mi boca... ¡Qué era eso!... Por mejor había querido visualizar la fuente de semejantes ronroneos, pero ahora mi piel se había contraído, y sudaba frio...
Al momento de soltar la cortina, nuevamente dirigí nuevamente mi mano a la barbilla de mi gato, recibiendo las vibraciones producidas por sus elegantes ronroneos.
-Una bestia. Pensé, cogiendo en mis pensamientos a mis otros tres gatos, que por causa de la invasión de ratones no podía tener cobijados dentro de mi hogar.
Toda mi existencia estaba con mis felinos y sin pensarla dos veces, me levanté. Arropado con lo más posible, calcé unas botas de agua y cogí la linterna; al momento de salir de la habitación y escuchar la puerta cerrar a mi espalda, recordé que esa cosa no era de este mundo, por lo mismo, busqué un cuchillo cocinero en el cajón de los cubiertos y salí por la puerta trasera...
-Qué frio... Mis dientes castañeaban frente a semejante briza de temporal.
La lluvia golpeaba de lado, producto al viento; por esto, al despegarme de la puerta, mis prendas se vinieron contra mí, apegándose el ropaje húmedo a mi piel tibia y temblorosa.
Como el suelo estaba resbaladizo, producto a la gran cantidad de agua caída, me vi en la obligación de caminar con cuidado. Avancé con la linterna en frente, pasando por abajo del maitén, que ya tenía sus hojas empapadas, ejerciendo peso en las ramas. Las hojas golpearon mi frente, sacudiendo con bastante suavidad el manojo de ramillas, permitiendo el descenso de las gotas sobre mi cabeza.
-Maldita sea. Quitándome de abajo del árbol.
Era como si todo estuviese planeado de antemano, pues al momento de recibir las gotas y al quitarme, algo se movió detrás, pasando por entre las ramas de la feijoa...
Veloz, como un relámpago, empuñé el cuchillo, que traía entre las ropas y me quedé preparado para cualquier cosa. Conduje lentamente la luz hasta las hojas de la extraña planta y lo único que logré apreciar, fue un cuerpo negro que de un salto pasó por arriba, cayendo sobre la malla suspendida entre dos maitenes y el techo del cuarto... La malla negra ni siquiera cambió por un minuto aquel rítmico movimiento serpenteante, producido por el viento; en realidad era como si esa cosa pesara como una pluma, aunque la masa corporal que logré distinguir, por lo menos debería haber ejercido un poco de peso, aunque fuese mínimo.
-¿Cómo puede ser?... Ha... ¿Qué es eso?
Rrrrrh... Hay estaba una vez más, aquel ronco ronquido. Ahora sí, estaba más que seguro, era el ronroneo de un gato, pero increíblemente ronco.
A esta altura, quería devolverme, pero antes tenía que terminar la misión que me tenía propuesta. Enfoqué la puerta del cuarto y comencé a quitar la cadena; ya cuando el interior estuvo a la disposición de mis preocupadas pupilas, visualicé a los tres mininos echados sobre unas ropas viejas, durmiendo acurrucados.
-Creo que me preocupé por las puras. Sonreí aliviado.
De pronto... Un grito agudo, casi chillido, similar al emitido por búhos y lechuzas, se escuchó a mi espalda... Estremeciendo hasta el último pelo de mi entumido cuerpo. Al momento de girarme, mis ojos al fin se encontraban con el culpable de mi miedo... Un gato negro, de ojos como sangre ardiendo, pelaje abundante y dientes resplandecientes...
-Tú...
El foco de la linterna reventó y cuando la hoja del cuchillo me diría si era real o no, el felino en vez de emitir un maullido, dejó escapar otro de aquellos gritos agudos, tapando mis oídos y repeliendo mi agresión...
-¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!...
...
-¡Ayuda!... Me agitaba completamente espantado. -¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!...
-Miau...
Sentí tres cuerpos peludos que me acariciaban, y un miau tras otro; con esto quise abrir mis ojos... ¡Se trataba de mis bebes!... Los besé y acaricié como nunca. Por la ventana entraba la luz del día, dejándome claro que lo de anoche solo fue una tonta pesadilla, aunque... Junto a mi cama estaban tirados el cuchillo con la linterna...

Fin

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