jueves, 7 de marzo de 2013

Como termina una visita familiar


Como termina una visita familiar

Allí estaba mi abuelo, con su característica cabellera y barba blanca, su piel arrugada y sus manos huesudas; junto a él mi tío Moni, completamente caucásico, de ojos pardos y cabello castaño, sin mencionar su piel pálida. Del otro lado de la mesa, estaba Claudia, la esposa de mi tío, con su larga cabellera rubia y sus ojos azules; una parejita que no parece de la familia, ya que todos los demás somos trigueños. Junto a Claudia, mi abuela, con su cabello blanco y sus ojos negros, que se veían bastante raros, con los lentes poto botella. En el sofá, estaban mis dos primos adolecentes, pequeñitos morenos gemelos, capases de volver loco a cualquiera. Y para terminar con nuestra presentación, yo, que permanezco sentado en una silla de mimbre, ubicada junto a la ventana; producto a esto, la brisa de la tarde agitaba mis cabellos ondulados, mientras mis ojos negros paseaban por la vereda, atentos a cualquier movimiento.
-Y así dijeron que llovería a cántaros. Decía mi abuelo colocándose de pie.
-Viejo, es mejor que no llueva. Dijo Moni empujando el plato sucio hacia el centro de la mesa.
-Está rica la tarde. Aporté desde mi lugar. –Pero igual nos vendría bien un poco de agua; aunque eso significaría llegar empapado al trabajo.
-¿Y que con eso? Si a ti te gusta mojarte como diuca. Me dijo el abuelo aproximándose a la ventana donde yo estaba.
Mientras nuestro tema de plática era la posible lluvia, mis primitos se pusieron a pelear en el sofá. Yimi y Joni, estos jóvenes revoltosos solo eran un dolor extra de cabeza.
-¡Yimi!... ¡Joni! Los regañó la tía Claudia desde su lugar.
-Estos dos zafarranchos. Se rió en silencio la abuela.
Claudia se caracterizaba por tener un carácter irritable y por lo mismo, perdía la cabeza con mucha facilidad.
Muy diferente eran los abuelos, que con sus años avanzados se tomaban todo bastante liviano, o sea en pocas palabras, ellos preferían que el mundo se acabara a formarse problemas y calentarse la cabeza en vano.
Cuando una muchacha de linda figura pasó por fuera, los ojos de Moni y los del abuelo se desviaron de inmediatamente hacia ella, al igual que los míos. Producto a esto, Claudia ardió y le clavó una mirada rabiosa a su esposo, que al sentir el peso sobre su presencia solo optó por retractarse y dejar caer sus parpados sobre el campo visual.
-La tremenda mina. Dije con tono baboso.
-Hombres. Refunfuñó entre dientes Claudia.
-Hay hijita, si los ojos están para mirar; como yo no me complico cuando el viejo le mira el queque a las jovencitas. Decía la abuela bastante compresiva.
-A mi me molesta mucho que le observe el poto a las tontas. Seguía con su molestia Claudia.
Miré por sobre el mal rato a mi tío y le vi su cara de perro regañado. El tío Moni se destacaba por ser un fresco, o bien, como se podría decir en los barrios picantes, es un caliente y eso siempre le ha jugado una mala pasada con mi tía, que al ser tan rabiosa pasan en conflictos, en los cuales los desencadenantes son los celos provocados por el picaflor.
Bueno, continuando con esto: Seguí mirando aquel trasero redondito, digno de ser observado y de tener en fotografías. Gracias a que no estoy comprometido aun, no le debo explicaciones a nadie, por lo tanto mi tío Moni me tiene envidia.
-¿Vamos a tomar helado? Preguntó la golosa de la abuela.
-Que loca costumbre, tomar helado en invierno. Dijo Claudia continuando con su mala onda.
-Es rico. Aporté con una sonrisa desde la ventana. –Deberías dejar de ser tan amargada y disfrutar un poco más esta vida, que es tan cortita.
-¡Tienes algún problema conmigo! Exclamó Claudia retirando la silla hacia atrás.
-Claro que no.
-¡Entonces! Continuó la pobrecita mujer dolida.
-Claudia, amor. Dijo mi tío desde el otro lado.
-¡Es tu hermano Moni! Siguió insistentemente ella.
Mis abuelos que no se calientan la cabeza con nadie, simplemente se pusieron de pie y se fueron a dar una vuelta a la plaza, puesto que solo estaba a dos míseras cuadras.
-¡Arruinaste todo! Me gritó la loca de mi cuñada.
-Parece. Le respondí girándome para despedirme de los abuelos que ya cruzaban por fuera.
Entonces la abuela me regaló una preciosa sonrisa con aquella placa tan cara, que mi abuelo tuvo que sacar a doce cuotas (realmente cara) Esto solo significaba una sola cosa, ni a la abuela ni al abuelo le acomodaba la presencia de Claudia, por lo mismo estaban muy contentos, pero para mi gran desgracia el cacho me quedaba a mí.
-¡Yimi, Joni, tomen sus cosas! Seguía gritando como loca mi cuñada. -¡Tú igual Moni!
-¿Se van tan pronto? Pregunté irónicamente.
-Sí. Me respondió clavándome una mirada de rabia. -¡Y no vamos a venir nunca más!
-Pucha, que lata. Continué con mi irónica actuación. –Pero si ustedes saben que las puertas de esta casa están siempre abiertas.
Luego de eso, salió mi hermano, sus gemelos y la antipática de mi cuñada, dando un fuerte portazo.
-Vuelvan pronto. Terminé tan fantástica actuación.
Y para terminar esto con un final feliz, les cuento que los abuelos me premiaron con una torta de chocolate en la merienda. En realidad, no sé porque no le dijeron mejor que se fuesen, así esos revoltosos no hubiesen alterado el ambiente, pero bueno, total con esto dudo que se vean pronto por aquí.

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