Como termina una visita familiar
Allí estaba mi abuelo, con su característica
cabellera y barba blanca, su piel arrugada y sus manos huesudas; junto a él mi
tío Moni, completamente caucásico, de ojos pardos y cabello castaño, sin
mencionar su piel pálida. Del otro lado de la mesa, estaba Claudia, la esposa
de mi tío, con su larga cabellera rubia y sus ojos azules; una parejita que no
parece de la familia, ya que todos los demás somos trigueños. Junto a Claudia,
mi abuela, con su cabello blanco y sus ojos negros, que se veían bastante
raros, con los lentes poto botella. En el sofá, estaban mis dos primos
adolecentes, pequeñitos morenos gemelos, capases de volver loco a cualquiera. Y
para terminar con nuestra presentación, yo, que permanezco sentado en una silla
de mimbre, ubicada junto a la ventana; producto a esto, la brisa de la tarde
agitaba mis cabellos ondulados, mientras mis ojos negros paseaban por la
vereda, atentos a cualquier movimiento.
-Y así dijeron que llovería a cántaros. Decía
mi abuelo colocándose de pie.
-Viejo, es mejor que no llueva. Dijo Moni
empujando el plato sucio hacia el centro de la mesa.
-Está rica la tarde. Aporté desde mi lugar.
–Pero igual nos vendría bien un poco de agua; aunque eso significaría llegar
empapado al trabajo.
-¿Y que con eso? Si a ti te gusta mojarte como
diuca. Me dijo el abuelo aproximándose a la ventana donde yo estaba.
Mientras nuestro tema de plática era la
posible lluvia, mis primitos se pusieron a pelear en el sofá. Yimi y Joni,
estos jóvenes revoltosos solo eran un dolor extra de cabeza.
-¡Yimi!... ¡Joni! Los regañó la tía Claudia
desde su lugar.
-Estos dos zafarranchos. Se rió en silencio la
abuela.
Claudia se caracterizaba por tener un carácter
irritable y por lo mismo, perdía la cabeza con mucha facilidad.
Muy diferente eran los abuelos, que con sus
años avanzados se tomaban todo bastante liviano, o sea en pocas palabras, ellos
preferían que el mundo se acabara a formarse problemas y calentarse la cabeza
en vano.
Cuando una muchacha de linda figura pasó por
fuera, los ojos de Moni y los del abuelo se desviaron de inmediatamente hacia
ella, al igual que los míos. Producto a esto, Claudia ardió y le clavó una
mirada rabiosa a su esposo, que al sentir el peso sobre su presencia solo optó
por retractarse y dejar caer sus parpados sobre el campo visual.
-La tremenda mina. Dije con tono baboso.
-Hombres. Refunfuñó entre dientes Claudia.
-Hay hijita, si los ojos están para mirar;
como yo no me complico cuando el viejo le mira el queque a las jovencitas.
Decía la abuela bastante compresiva.
-A mi me molesta mucho que le observe el poto
a las tontas. Seguía con su molestia Claudia.
Miré por sobre el mal rato a mi tío y le vi su
cara de perro regañado. El tío Moni se destacaba por ser un fresco, o bien,
como se podría decir en los barrios picantes, es un caliente y eso siempre le
ha jugado una mala pasada con mi tía, que al ser tan rabiosa pasan en
conflictos, en los cuales los desencadenantes son los celos provocados por el
picaflor.
Bueno, continuando con esto: Seguí mirando
aquel trasero redondito, digno de ser observado y de tener en fotografías.
Gracias a que no estoy comprometido aun, no le debo explicaciones a nadie, por
lo tanto mi tío Moni me tiene envidia.
-¿Vamos a tomar helado? Preguntó la golosa de
la abuela.
-Que loca costumbre, tomar helado en invierno.
Dijo Claudia continuando con su mala onda.
-Es rico. Aporté con una sonrisa desde la
ventana. –Deberías dejar de ser tan amargada y disfrutar un poco más esta vida,
que es tan cortita.
-¡Tienes algún problema conmigo! Exclamó
Claudia retirando la silla hacia atrás.
-Claro que no.
-¡Entonces! Continuó la pobrecita mujer
dolida.
-Claudia, amor. Dijo mi tío desde el otro
lado.
-¡Es tu hermano Moni! Siguió insistentemente
ella.
Mis abuelos que no se calientan la cabeza con
nadie, simplemente se pusieron de pie y se fueron a dar una vuelta a la plaza,
puesto que solo estaba a dos míseras cuadras.
-¡Arruinaste todo! Me gritó la loca de mi
cuñada.
-Parece. Le respondí girándome para despedirme
de los abuelos que ya cruzaban por fuera.
Entonces la abuela me regaló una preciosa
sonrisa con aquella placa tan cara, que mi abuelo tuvo que sacar a doce cuotas
(realmente cara) Esto solo significaba una sola cosa, ni a la abuela ni al
abuelo le acomodaba la presencia de Claudia, por lo mismo estaban muy
contentos, pero para mi gran desgracia el cacho me quedaba a mí.
-¡Yimi, Joni, tomen sus cosas! Seguía gritando
como loca mi cuñada. -¡Tú igual Moni!
-¿Se van tan pronto? Pregunté irónicamente.
-Sí. Me respondió clavándome una mirada de
rabia. -¡Y no vamos a venir nunca más!
-Pucha, que lata. Continué con mi irónica
actuación. –Pero si ustedes saben que las puertas de esta casa están siempre
abiertas.
Luego de eso, salió mi hermano, sus gemelos y
la antipática de mi cuñada, dando un fuerte portazo.
-Vuelvan pronto. Terminé tan fantástica
actuación.
Y para terminar esto con un final feliz, les
cuento que los abuelos me premiaron con una torta de chocolate en la merienda.
En realidad, no sé porque no le dijeron mejor que se fuesen, así esos
revoltosos no hubiesen alterado el ambiente, pero bueno, total con esto dudo
que se vean pronto por aquí.
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